jueves, 10 de marzo de 2011

INTRODUCCIÓN (No demasiado deprisa)

“Sólo un poco más” lloriqueo para mis adentros, “Un poco más” La luz ya no parece tan distante, casi parece cercana, algo que hace cinco minutos nunca hubiera dicho. Me esfuerzo por llenar mis pulmones de aire, aún esta sencilla acción supone un gran  trabajo, parece que el aire se ha vuelto una extraña flama que me quema la garganta y sin la cual no puedo continuar.
Mis ojos lagrimean, confundiendo mi visión y apagando aquel rayo de luz que se filtra en la lejanía, fuerzo mis pies  a seguir corriendo, pese a que ya estoy agotada, todo mi cuerpo se siente resentido y en vez de correr, más bien, trastabillo con mis propios pies, perdiendo ocasionalmente el equilibrio. En ese momento de inseguridad solo mi propia convicción me mantiene en pie.
Si caigo no me volveré a levantar, y debo seguir luchando, para escapar ,para no perder el juego. De nada me sirve que mi garganta me escueza, que mis miembros no reaccionen o apenas se muevan o que mi boca se abra todo lo posible en busca de un aliento que no consigue.
Los oídos me pitan, las uñas de tan apretadas que las tengo contra las palmas han acabado por hacerme sangrar. Noto el cuerpo sudado y  hay está. La claridad se habré en mi campo de visión. Casi milagrosamente y no sé de dónde, unas fuerzas aunque nímias pero con algo más de energía corro hacia ella. Menospreciando el cansancio, mis piernas se enredan una a la otra precipitándome al suelo.
Mi cara choca contra este, haciendo saltar dos de mis dientes, que como perlas rojas escupo al suelo, me sangra la boca. Fuerzo a mis brazos a que me incorporen de nuevo, ya que la salida está tan cerca, que casi puedo tocarla.
Y casi puedo alzarme, de nuevo puedo sentir el aire en mis pulmones y es ese segundo en el que sé que puedo continuar, es cuando algo me agarra del tobillo. Sin voz suficiente, resolló en busca de aire, en vez del grito que había intentado dar, mis ojos se dilatan, fijándose en la oscuridad que me envuelve, al ver en ella un espino que clava sus espinas en mis tobillos, retorciéndose igual que una culebra y subiendo por mi muslo, está vez logro gritar, horrorizada, debatiéndome entre furiosos pataleos contra la planta, notando el sabor de la sangre mezcladas con el de las lágrimas en mi boca.
La planta sin mostrar apenas aprecio a mis intentos sigue escalándome, atrapándome en un doloroso abrazo, del que ya no puedo escapar. Mis manos son atadas y siento que mi cuerpo es alzado por el estómago hacia arriba, colgando la cabeza boca abajo, veo como la luz se apaga, un segundo antes de sumirme en la oscuridad. Ahora solo puedo pensar antes de perder completamente mi conciencia en que he perdido el juego, nunca debí haber jugado y sin embargo… No me da tiempo a acabar, la zarza atraviesa mi pecho y sólo llego a contemplar como de ella, florece una hermosa rosa, roja de pétalos tibios. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario